“Perdona, no sabía que te iba a molestar”. Quizá esta sea una de las frases más repetidas en el contexto de la vida de pareja, la excusa definitiva para justificar nuestro inadecuado comportamiento. En muchas ocasiones, se trata de un mero subterfugio porque sabemos muy bien lo que hemos hecho y las consecuencias que podría tener. Pero en otras tantas, efectivamente, no sabemos las implicaciones de lo que hemos hecho. Son todos esos actos inconscientes los que suelen sacar de quicio a nuestra pareja, y los que más le molestan en cuanto que automáticamente ponemos cara de póker cuando se nos llama la atención.
Diferentes encuestas han intentado adivinar cuáles son las actitudes, tanto masculinas como femeninas, que más molestan al otro sexo. Nos centraremos ahora en lo que más importuna a las mujeres. En primer lugar, gracias a una encuesta realizada entre más de dos mil británicas, que sintetizó en cinco puntos las quejas más habituales, pero también nos referiremos a otras investigaciones semejantes. Y las luchas suelen producirse en tres campos de batalla aledaños: el control, la comprensión mutua y la negociación de límites en la relación de pareja.
Que no escuchen adecuadamente. Un tercio de las participantes en la encuesta señalaban que este era el comportamiento más enervante de su pareja, algo nada sorprendente dados los estereotipos que suelen circular sobre hombres y mujeres. La psicología señala que la mayor facilidad de las mujeres frente a los hombres para realizar varias tareas a la vez explica este punto. Un lugar común que, sin embargo, fue refrendado en 2010 por un grupo de investigadores de la Universidad de Hertfordshire. Debido a que los hombres han de estar concentrados en lo que están haciendo, es más difícil reclamar su atención cuando están sumergidos en otra actividad.
No bajar la taza del retrete. Trivial pero cierto, esta era la segunda queja más frecuente entre las féminas consultadas. Quizá no sea más que la manifestación más clara de la disputa por la higiene y el orden en el hogar que toda pareja que convive bajo el mismo techo ha de afrontar.
No limpiar los pelos después del afeitado, ni las uñas después de cortarlas. Una queja bastante similar a la del punto anterior, y que vuelve a tener relación con las costumbres cotidianas. Se trata, además, de un punto conflictivo en cuanto que señalar a la pareja que su higiene podría mejorarse implica, indirectamente, adoptar el comportamiento de una madre, aquella que en primera instancia nos enseña las reglas de urbanidad. Lo cual resulta tan incómodo para la mujer como humillante para el hombre.
Los amigos odiosos. Si bajar la taza del retrete o esforzarse por escuchar puede solucionarse con un poco de práctica y predisposición positiva, mucho más conflictivo resulta este punto, innegociable para la mayor parte de parejas. Lamentablemente, comenzar una relación implica que no sólo has de relacionarte con la persona a la que amas, sino que también se ha de convivir con familia, amigos y otros animales de compañía. Que, en muchos casos, puede que no queramos tanto como a nuestra pareja, lo que puede tener consecuencias devastadoras en el largo plazo. Además, que el hombre prefiera una noche con sus amigos a una velada romántica no suele ser buen síntoma.
Quedarse con el mando de la televisión. Otro grano de arena más en la montaña de los problemas de la convivencia diaria, aparentemente superficial, pero más significativo de lo que parece. Es, en el fondo, una manera de negociar en qué invertimos nuestro tiempo libre. Y no sólo eso, sino también quién tiene el control de la relación.
Que las ignoren. El psicólogo Steven Stosny expone en Psychology Today los resultados de la pequeña encuesta que realizó entre sus pacientes para averiguar cuáles eran sus quejas más habituales, y se topó con que esta era la más frecuente, junto a las actitudes de control y orden. En la misma categoría se encontraban irritantes comportamientos como “responder con pocas palabras”, “decir que está sacando las cosas de quicio”, o “mostrarse frío”.
Que las llamen “nena”. Un estudio inglés encargado por una empresa de servicios de internet puso de manifiesto que las consultadas detestaban que los hombres se refiriesen a ellas con el término de “nena” (baby). Tampoco eran aceptadas otras denominaciones como “bebé” (baby girl), “bollito” (muffin) o expresiones intraducibles como snookums. Sin embargo, se mostraban bastante receptivas a adjetivos como “guapa”, “amor” o “bonita”. La vieja escuela siempre funciona.
Que las valoren antes por su cuerpo que por su cabeza. En todas partes cuecen habas, incluso en el lejano oriente. Una pequeña encuesta realizada por el investigador nepalí Vinaya Ghimire entre 100 personas señaló que la queja más habitual entre las mujeres era darle más importancia a lo físico que a lo mental, algo a lo que sucedían el “chauvinismo de los hombres” (es decir, que se consideren superiores), su fingimiento y su comportamiento abiertamente machista.
Pensar con la “otra” cabeza. Otra escritora, en este caso, la californianaJanell Coberly, realizó una encuesta entre sus allegadas para saber qué odiaban de sus parejas. Y, además de dejar subida la tapa del retrete (¡otra vez!) se encontró con que esta era una queja muy repetida. La “otra cabeza” es, efectivamente, lo que muchos estarán pensando: en definitiva, guiarse antes por sus apetencias sexuales que por su racionalidad, y tomar malas decisiones, como es el caso de una infidelidad.
¡Las barbas! Otro estudio (hay estudios para todo) puso de manifiesto que, definitivamente, a las mujeres no les gustan las barbas. Nada menos que losOxford Journals se preocuparon de tan vital tema. Pues bien, las encuestadas encontraron al mismo hombre mucho más atractivo cuando aparecía rasurado en una fotografía que cuando conservaba su vello facial, ya que ello les hacía parecer mucho mayores y de un menor estatus social.
fuente: http://www.elconfidencial.com